Hay días, más bien momentos, en los que no se mueve nada, ni un ápice. Miras por la ventana y aparece una foto fija, no se mueve nada, ni el viento ni las hojas en los árboles.
Una extraña sensación de que el tiempo se para y se queda congelado.
Da tiempo a pensarlo por unos momentos.
Al rato un gorrión pasa , se posa en una farola, el hechizo se rompe y el reloj comienza a andar de nuevo, un coche sale del semáforo y un peatón se dispone a cruzar por la calle.
Como un reloj que se queda parado por un momento, le damos un golpecito y el minutero comienza de nuevo a correr.